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Campanas del Santuario

 

      Jesús está presente allí donde los hombres se reúnen en su nombre.  Pero como esto ocurre de una manera no visible, Dios quiere tener un lugar visible de su presencia en este mundo: el templo. Adentro del templo todo habla de Dios.  Pero el espacio exterior también está ligado a él.  Y el vínculo de unión entre el templo y ese espacio que lo rodea es, sin dudas, el campanario. Desde allí parte el llamado; desde allí se transmite el mensaje que convoca y une.

     En lo más elevado de la torre de nuestro Santuario, las vibrantes campanas son testigos de la historia de un barrio que creció alrededor del amor a María.  Y entre los hombres y mujeres que recordamos como parte de esa historia, es imprescindible recordar a Francisco Javier de la Rosa.  Era conocida su habilidad para fundir campanas, ya que sabía de las temperaturas necesarias y las proporciones en que los distintos metales deben participar de la mezcla hirviente de la fundición para obtener un objeto que suene adecuadamente.  La campana que Francisco fundiera de ese modo en Guadalupe se conoció con el nombre popular de “La Carachosa”, por las rugosidades de su metálica piel, y pese a su pobre apariencia, tuvo un sonido excelente. La llamó “San Antonio de Padua”, inscribiendo en ella ese nombre y la fecha en que la fundió: 1.786.

       En el Santuario existe aún en el crucero oeste una pequeña campana fundida por el Ermitaño.  En el crucero este, también se puede observar otra de igual tamaño que fuera donada por los fieles a la antigua Capilla de Javier de la Rosa.

       Cuando se inauguró el nuevo Santuario, en 1.910, se colocó una campana algo más grande que lleva esta inscripción: “Fundición de D. Carlocerana- Santa Fe – Suscripción voluntaria promovida por elIintendente Municipal Don Mariano Comas. Año MDCCCLXXXV.”

      Pero la gran torre, el crecimiento de la población, necesitaban tañidos capaces de llevar más lejos sus voces “cantando a María y convocando a los fieles”.   Y es entonces cuando Monseñor Boneo una vez más muestra su gran amor a la Madre de Guadalupe donando las tres campanas que hasta hace relativamente pocos años echaban juntas a vuelo “sus voces recias, rotundas, sonoras...”.  Llegaron de Alemania en el año 1.919, y habían sido fundidas con material bélico luego de la Primera Guerra Mundial. Fueron consagradas y comenzaron a sonar en la peregrinación de mayo de 1.925, y  grabado en sus fuertes cuerpos se puede leer que están dedicadas: una “Al Sagrado Corazón de Jesús” (ubicada en el lado Norte de la torre), otra “A la Santísima Virgen de Guadalupe” (lado Oeste de la torre) y la tercera “Al  Glorioso Patriarca San José” (lado Este de la torre).   Con estas tres grandes campanas llegó también otra, mucho más pequeña, que durante largo tiempo con su sonido más agudo llamaba a Misa de niños, según recuerdan los viejos vecinos de la Villa, y que aún permanece en el campanario.

      La campana dedicada a San José, según la memoria de José Lucietto, antiguo Sacristán del Santuario, se rompió hace alrededor de veinte años, mientras tocaba a duelo en las exequias de Doña Luisa Bourquin, antigua moradora del barrio.  Hoy se conserva como reliquia en el frente del Santuario.

      La que fuera dedicada al Corazón de Jesús, cuenta el actual Sacristán que comenzó a deteriorarse en agosto de 2.002, cuando cae su badajo; es reparada, pero el 28 de diciembre del mismo año, en momentos en que se tocaba el Ángelus, se produce una rotura que es irreparable y se decide reemplazarla.

     Actualmente, y sumando el aporte de los fieles con colaboraciones recibidas se encaró la compra de una nueva campana que reemplazaría a esta última.  Aunque aún faltan recursos para cubrir su costo total, la nueva campana ya está en el Santuario.  En ella se puede leer la dedicación “A la Madre de Guadalupe”, y será bendecida el día 12 de diciembre, Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, por el Arzobispo de Santa Fe, Monseñor José María Arancedo.

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